El refresco de grosella

Por Juan Flores García

La grosella es un fruto que se utiliza para hacer bebidas o jaleas. Fue la grosella el primer fruto que se utilizó en aquellos lejanos ayeres, para preparar la primer bebida embotellada, que introdujo rústicamente elaborada a nuestro Tepa, el señor don Victoriano Sánchez, quien por la calle Tepeyac tuvo su embotelladora.

Utilizaba enseres rudimentarios para la elaboración de este refresco. Para librar de impurezas el agua, se usaba un sombrero de fieltro (nuevo naturalmente), que en ese tiempo era muy usado. Luego había un garrafón conteniendo el gas; le llamaban sifón. Es muy difícil describirles esta sencilla maquinaria, sería más explicito con una fotografía. Embotellaba la grosella en envase chico, que probablemente conseguía en Guadalajara, pues allá por los años treinta ya en la capital de nuestro Estado se elaboraba la famosa Coca Cola y el Orange Crush y otros más, en la que fue embotelladora del actual Sidral AGA (iniciales de Alberto García Arce).

Esta fábrica de refrescos estaba instalada a un costado del viejo Hospital Civil de Guadalajara, en la calle Belén. De alguna manera, don Victoriano se proveía de la botella.

Por la fecha que menciono, es decir en los años treinta, según datos aproximados, nuestra población contaba con ocho mil habitantes; el consumo de este novedoso producto debe haber correspondido a un dos por ciento de la población, lo cual daría unos ciento sesenta refrescos al día. El refresco no se consumía en la cantidad que hubiera querido su propietario, debido a que nuestros padres no querían que nos contagiáramos tomándolo, ya que era más saludable tomar agua de aquella, pura, cristalina y sabrosa de El Zacamecate, en jarro de burro, para que no nos dolieran los riñones (sabiduría clara de nuestros padres).

Después Victoriano inició este negocio. Luego se instaló por la calle Santos Romo otra fábrica de refrescos, su dueño era Jesús Padilla Aldrete, padre de nuestro buen amigo Jaime Padilla “El Chamuto”. Con don Jesús íbamos los chamacos a lavar botellas; lo hacíamos con un escobillón y agua, luego revisábamos el refresco para que no llevara tiburones (pequeñas basuras que se pasaban al líquido), si llevaba nos las tomábamos nosotros.

Hasta entonces fue que su servidor saboreó tan deseado líquido, sin temor a enfermar del estómago o los riñones. También el señor Jesús Navarro producía estas bebidas, instalado por la calle Independencia; ya no sólo era grosella, había también de limón y de naranja, lo que es la limonada y el orange.

Dos embotelladoras existían y ambos propietarios competían, el precio era de cinco centavos al público y el vendedor ganaba un centavo por cada refresco. Para poder obtener una venta mayor, se manejó una campaña de ofertas, uno vendía a tres centavos, el otro a cuatro y luego a dos por cinco. Así pasaron días aprovechando el público esta competencia, hasta llegar seguramente a un acuerdo para fijar un precio igual.

Con el tiempo vienen las grandes empresas a suplir aquellos sencillos negocios. Surgen en el comercio de Tepa, los tan conocidos refrescos embotellados de diferentes marcas. Hoy es raro que en una familia no se consuman litros de estos líquidos. No se comprará un litro de leche, pero de todas maneras, qué esperanzas que pensemos que nos afecta al riñón. ¡Viva el progreso! Por algo los iniciadores de este refresco en Tepa descansan en paz, y por eso decimos que así fue Tepa en el Tiempo.

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